Mi prima Lucy Lawless

 

Ni estolón de fresas ni mata de romero. 

Eso dijo el señor sapiente de pelo canoso. Decidida iba a hacerle caso en todo, y a creerle a pies juntillas. Y a obeceder, abeceder, en todo. 

Pero claro, este resultado me ha pillado por sorpresa. Mi madre se regocijaba internamente, con una sonrisilla casi pérfida, te lo dije, te lo dije, ya lo sabía yo

Sapiente doctor, si no hay estolón, ¿qué hay? Porque las fresas serán imaginarias pero el dolor es muy muy muy real.

Y la conclusión de siempre: todo en mi cabecita, esta que lanza granadas y metralla a mi propio cuerpo cuando se pone nerviosita. Que a rebajar estrés. Ese que no voy a reconocer tener, porque joder, no me dedico a desactivar bombas o a las relaciones diplomáticas entre Rusia y Ucrania. El Ibex35 no depende de mi. Es verdad que saber que hay un hombre que quisiera enterrarme (viva, a ser posible), no ayuda a que encuentre el equilibrio zen. 

A la vuelta del modernísimo hospital le conté a mi madre del mosqueante parecido que, según dicen, guardo con Xena, le hice buscar una foto y ella concluyó que en efecto, clavadas, que la mandíbula cuadrada que tenemos (porque de mi físico siempre habla en plural, e incluye a mi abuela la yanqui, mi prima L. y a un número indeterminado e impreciso del resto de sus descendientes, y ahora tal vez también a Xena).

Le expliqué que estoy harta de aparentar ser una princesa guerrera. Y que ahora quiero ser una mujer con dificultades que necesite que un principe azul venga a ayudar. A ser posible, azul y millonario.Y me mandó a paseo. A mi, a mi estolón de fresas y a mis 26 perfectas vértebras.

Que lo que dice la resonancia es normal. 

Tal vez deberían haberme escaneado el cerebro. Verías qué risas. 

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