June dice: Capítulo 1
Esa tarde nos dimos cita en un pueblecito de costa pequeño, no demasiado turístico, con la cantidad justa de bares para poder pasar la tarde engullendo botellines, fumando como condenados a muerte y disfrutando de ese amor que sólo duró mientras él tuvo pareja. Vivía con su mujercita pero me miraba con ojos brillantes. Son cosas que, después, no tienen explicación. Pero entonces todo era perfectamente lógico.
Mi escritora favorita siempre ha sido Marguerite Duras, y creo que porque su relación con la locura y la vida y el amor me toca en las fibras más profundas. Ella decía que la locura solo la tiene sentido cuando estás loca. Cuando dejas de estarlo y recuperas la lucidez, la locura te parece ilógica, incomprensible, absurda.
Bien, a nosotros esta relación de amor clandestina nos parecía lógica, comprensible y perfectamente coherente. Un plan sin fisuras. La locura y la inmoralidad no estaban presentes más que en todos y cada uno de nuestros encuentros. Pero nos sentíamos perfectamente lucidos, esa y todas las noches.
Empezó a soplar una brisa que erizaba la superficie del agua y la de mi piel, así que ese hombre levantó sus casi dos metros, y desapareció unos minutos cabalgando su bello corcel, una moto verde en la que no me subí jamás. Volvió con una manta azul oscuro, suavecita, enorme, que acababa de comprar en alguna cueva de Alí Babá. Nos tapamos con ella y seguimos bebiendo, fumando y celebrando la vida, hasta que la amenaza de lluvia era evidente hasta para dos chalados como nosotros.
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