June dice: derrumbe de piedras
Empezó cayendo una suave arenilla a los lados de la puerta de la cueva. Pero nada que le preocupase demasiado; mantenía su mansión limpia de insectos y alimañas, a base de saltar de una guarida a otra. Cada vez que tocaba esquivar las investigaciones de algún amor que pasaba, de alguna amiga que se perdía, de los troles sedientos de sangre.
La cueva está en una pared vertical, abierta al vacío. Solo se accede volando, y por tanto, solo ella puede acceder, cuando decide que desconecta de la realidad que la rodea y se va a dar una vuelta a la cueva. Mira la pantalla en blanco, donde empiezan a aparecer esta ordenadita serie de letras, y desaparece el suelo horrible que se puso de moda hace demasiado del siglo pasado, las paredes que precisan una capa de pintura, las plantas que se empeñan en morirse y ella en que vivan, la cena que le queda por hacer, las decisiones diarias. De repente, click, todo desaparece y se va volando a su cueva. Se sienta en la puerta, con las piernas colgando sobre el vacío, y ve girar y revolotear a las ideas en su medio.
Solo llega aquí ella, y aunque alguien más llegue, no sabe quién es. Tras su nombre falso se esconde una persona, de la que se pueden deducir algunas pistas; puede que sea una mujer y que sea madre, pero tal vez en eso también esté engañando.
Por tanto, su cueva está protegida de los zarzillos de las enredaderas venenosas.
Pero pronto le toca salir de ahí. La cueva se derrumba, aunque permanecerá sólidamente anclada a las paredes de su montaña vertical. Se va a otra casa, una hecha con paredes de cristal transparente. Lleva tantos años viendo revolotear a las ideas con un nombre falso, que ha hecho de eso su manera de escribir y de relacionarse con la literatura. Apela al lector, que es desconocido, desde ese yo que nadie conoce. Y ahí gira y gira.
Bueno, pues ya está hecho. Ha firmado, ha empezado a recoger, pronto se instalará en otra cueva. Pero en esta dejará un sofá cómodo, los peucos de los pies, al gato que ronronea, copas llenas de vino valyrio, fuentes donde viven ninfas de largas cabelleras, las plantas que cuelgan de las paredes con musgo y la chimenea siempre encendida, para cuando tenga que volver a tomar aire. A ser leída por nadie y a interpelar a un lector desconocido desde su desconocido pseudónimo.
Hermine es el nombre del personaje femenino de El lobo estepario de Hesse. Nadie va a creer, a estas alturas del partido, que vaya a dar una puntada sin hilo.
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